24 abr 2008

El Mercader de Venecia- William Shakespeare


¿Y cual es su razón?

¡Que soy judío!

¿No tenemos ojos los judios?

¿No tenemos manos,

órganos, dimensiones,

sentidos, afectos, pasiones?

¿No comemos lo mismo?

¿No nos hieren las mismas armas?

¿No sufrimos las mismas dolencias

y nos curan los mismo remedios?

¿No sufrimos en invierno y en verano

el mismo frío y el mismo calor que los cristianos?

Y si nos pinchais, ¿no sangramos?

Si nos haceis cosquillas, ¿no reímos?

Si nos envenenais, ¿no perecemos?

Y si nos ofendeis, ¿no vamos a vengarnos?

Si en todo lo demás somo iguales,

también en eso lo seremos.

Si un judío ofende a un cristiano

¿cual es su bondad? ¿La venganza?

¿Y si un cristiano ofende a un judío

cual debe ser su tolerancia,

siguiendo vuestro ejemplo?

La venganza.

La maldad con la que me instruís

yo la ejecutaré

y lo haré de tal modo

que sin duda superaré a los instructores.


El Mercader de Venecia


Esta comedia en cinco actos, en verso y prosa, de William Shakespeare fue escrita, según algunos, en 1594 (alusión en el acto IV, escena I, a la ejecución del judío Rodrigo López el 17 de junio de 1594, bajo la acusación de haber intentado envenenar a la reina Isabel); según otros, sobre todo por consideraciones de estilo, en otoño del 1596. Las dos fechas podrían conciliarse suponiendo una revisión por parte de Shakespeare. Fue publicada en cuarto en 1600 y en folio en 1623.


Los dos motivos principales del argumento, el del préstamo hecho por un judío a un cristiano por una libra de carne, y el de una elección entre objetos de aparentemente distinto valor, son antiguos y recurrentes. El primero llegó a conocimiento de Shakespeare por medio de Il Pecorone de Giovanni Fiorentino (escrito hacia 1318 y publicado en 1558), y, para el detalle del rapto de la hija del usurero, por medio de Zelauto (1580), relato de Anthony Munday (1553-1603).


El segundo motivo le vino por medio de la versión de Richard Robinson de los Gesta Romanorum (publicada según parece en 1517). Los dos motivos pudieron encontrarse reunidos en un drama preexistente, El Hebreo (1578), que sólo conocemos indirectamente (su argumento era "la codicia de los que prefieren los bienes terrenos y el alma sanguinaria de los usureros"). Shakespeare refundió probablemente este drama, conservando de él alguna parte, quizá los versículos contenidos en los cofrecillos.


Basanio, noble veneciano que ha malgastado su caudal, pide al rico mercader Antonio, amigo suyo, tres mil ducados para poder continuar dignamente su noviazgo con la rica heredera Porcia, que vive en tierra firme, en Belmonte. Antonio, que ha empleado todo su dinero en especulaciones de ultramar, se propone hacerse prestar el dinero por Shylock, usurero judío a quien antes había insultado por la usura que ejercía. Shylock consiente en prestar el dinero bajo una condición: si la cantidad no es pagada el día fijado, Shylock tendrá derecho a tomarse una libra de carne del cuerpo de Antonio.


Porcia, por disposición testamentaria de su padre, se casará con el pretendiente que entre tres cofrecillos (uno de oro, uno de plata, otro de plomo) escoja el que contenga el retrato de ella. De todas partes llegan ilustres aspirantes; fracasan el príncipe de Marruecos y el de Aragón, que abren respectivamente el cofre de oro y el de plata; pero Basanio, con sensata reflexión, escoge el buen cofrecillo, el de plomo, y se casa con Porcia, que lo ama, y su amigo Graciano con la doncella de Porcia, Nerisa.


Mientras tanto llega la noticia de que los navíos de Antonio han naufragado, que su deuda no ha sido pagada dentro del plazo convenido, y que Shylock pide su libra de carne. El asunto es llevado ante el Dux. Porcia se disfraza de abogado y Nerisa de escribano y, sin saberlo sus maridos, se presentan ante el tribunal para defender a Antonio.


Después de haber intentado en vano obtener el perdón del judío, ofreciéndole el triple de la cantidad debida, Porcia solicita que sea concedida la petición del hebreo, pero le advierte que perderá su vida si derrama una sola gota de sangre, puesto que la obligación sólo le da derecho a la carne. Argumenta después que Shylock debe pagar con la vida el delito de haber atentado, siendo extranjero, contra la vida de un ciudadano de Venecia.


El dux perdona a Shylock la vida, pero asigna la mitad de sus riquezas a Antonio, y la otra mitad al Estado. Antonio renuncia a su parte si Shylock se hace cristiano, y deja su caudal, cuando muera, a Jésica (hija de Shylock), que ha huido, después de haber tomado dinero de los cofres del padre, para casarse con un cristiano, Lorenzo, y por ello ha sido desheredada. Shylock acepta; Porcia y Nerisa, que no han sido reconocidas, piden por toda paga los anillos que Basanio y Graciano recibieron de sus esposas, y de los cuales prometieron no separarse nunca. Ellos los ceden después de haber resistido en vano. Al regresar a su casa sus esposas les reprueban aquella acción, pero al fin les revelan su añagaza. Finalmente se sabe que tres de los buques de Antonio han regresado sanos y salvos.

2 comentarios:

Dídac dijo...

Me sigue pareciendo una infamia. Espero que toda la misión de la obra sea que te enternezcas con Shylock, que es quien pierde todo lo que posee.

Vale que en la época el odio a los judíos fuese lo normal, pero... que Shakespeare dedicase toda la obra a humillarlos...

El fragmento que escogiste lo empleé yo en mi ensayo sobre la integración de inmigrantes en Derecho. Por eso mismo sé que es una buena elección.

Möbius el Crononauta dijo...

No puedo evitar recordar esa maravillosa "Ser o no ser" del gran Lubitsch. Saludos